¿26, 27, 28…alumnos/as por aula?

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Nos llegan noticias de centros de infantil en los que se están metiendo más de 25 niños/as por aula por mandato de las comisiones de escolarización o de los servicios de inspección. La norma, en su ambigüedad, es clara al respecto: pueden hacerlo. Y lo están haciendo. Y los maestros, ¿qué podemos decir? Patalear.

Se emplea el argumento de la excepcionalidad, pero lo que unos entienden por excepcionalidad no es lo mismo que lo que entendemos la mayoría de nosotros. Excepcionalidad es una circunstancia extraordinaria que obliga a superar, de forma irregular, una norma; en el caso que nos ocupa: enfermedad grave de un progenitor, inexistencia de otra posibilidad de escolarización que no implique desplazamientos insensatos, traslado por violencia doméstica, sometimiento a tratamientos médicos o de otro tipo por parte del alumno y pocas más. En el resto de los casos habrá que adoptar otro tipo de medidas: oferta de otro centro o habilitación de otra unidad. No hay más.

Hasta el momento el límite de 25 fue sagrado, ahora ya no, cualquiera que ejerza una autoridad superior sobre un docente lo puede vulnerar. Y al docente no le queda otra que acatar, las represalias pueden ser muy fuertes. Hace años, si pasaba algo así, de inmediato había una manifestación de padres, de equipos directivos y de compañeros. Hoy no. Cada quién mira para lo suyo y cuida de que no se le eche a perder lo que tiene. Los abusos de autoridad, la sumisión, el acatamiento, la insolidaridad y la insensatez abonan un campo en el que crecen los desmanes pedagógicos. La cuestión es meter niños para dentro y que no haya protestas, así todos contentos excepto el maestro, pero como es un solo tampoco importa demasiado.

En realidad, ¿qué supone un niño/a más en clase? Esto es lo que se preguntan muchos, que luego apostillan, “en mis tiempos éramos 40 y aun así, salimos para delante”. Nos sobrarían argumentos para dar respuesta, pero nos falta el ánimo para hacerlo. Lo único que nos gustaría es invitarlos a hacerse cargo de un grupo de infantil de 3, 4 o 5 años. Un día, sólo un día, así sabrían por qué no se pueden soportar ratios tan elevadas atendiendo con profesionalidad a los niños.

Por otra parte, está el grupo de los “bien informados”, que de inmediaro nos dicen que los más recientes estudios no establecen correlación entre tamaño de las clases y resultados escolares, y que nada parece confirmar que la disminución del número de alumnado incremente el éxito académico, pero por supuesto, tampoco confirman que el aumento del grupo lo consiga. No es lo mismo un grupo de 25 en un centro de una zona residencial que los mismos en una de un polígono, ni que 15 en una escuela unitaria del rural del interior. Cuando nos hablen de esas investigaciones sería bueno que también correlacionaran el tamaño del grupo, el nivel, el contexto social y los resultados en base al punto de partida, no en base a un estándar final igual para todos.

Sobre esto habría mucho que hablar, en primer lugar, qué consideran éxito en la educación. Hasta ahora, los estudios internacionales a los que todos acudíamos, corroboraban la potencialidad compensadora e igualadora de la educación infantil en el caso de las desigualdades sociales. Eso es éxito educativo.

Pero, ¿esto sucede en todos los centros en los que hay gran demanda? No. La ratio de 25 se respeta en centros públicos de élite de las ciudades y sus excedentes revierten sobre otros no tan “excelentes”. Algo que, por supuesto, no sucede al revés.

Los centros supermasificados suelen ser aquellos sitos en lugares a donde acude población desfavorecida a la búsqueda de trabajos precarios en polígonos industriales y zonas suburbiales en los que la vivienda es más barata. En estas zonas, la pobreza, la marginalidad, la prostitución, la mendicidad y la violencia están presentes en la vida de muchos pequeños, así, la escuela cumplía, además, con la función de compensar las carencias derivadas de la falta de estímulo educativo en el seno familiar. Realizar esta tarea con alumnado tan diverso ya era difícil, porque las tasas de niños con necesidades son más elevadas que en otros sitios y porque el compromiso de los progenitores con la educación de sus hijos no está entre sus prioridades, pon lo cual el profesorado tenía que hacer malabares para atender debidamente a 25 criaturas. Y si con 25 era difícil, con 26, 27, 28 o más ya se convierte en un imposible.

Muchas y muchos de nosotros llevábamos años pidiendo la reducción de ratio; 25 era un exceso pero también una barrera psicológica para los que íbamos a tope en las aulas; estábamos mal, pero sabíamos que no podíamos empeorar. Y ahora, ¿dónde está el límite?, ¿cuál es el techo al que podemos llegar?, vulnerada la norma, todo vale.

¿Se pueden meter? Pueden. ¿El maestro los puede «aguantar»? Puede. ¿Estarán educativamente bien atendidos? No. Entonces, ¿por qué se permite esto? No es necesario ahondar en las razones económicas que maneja la administración, ni en las que llevan a las familias a emplear, incluso, el engaño para escolarizar a su hijo/a en un centro que ya sabe de antemano saturado: la prestación de servicios asistenciales en las horas previas y posteriores al tiempo escolar. No los queremos culpabilizar a ellos, pero sí a quien tiene la responsabilidad de dispensar a la ciudadanía una educación de calidad. Ellos tienen al deber de que haya una oferta que cubra todas las necesidades allí donde éstas surgen.

Escuchamos muchas razones que se oponen a este incremento, casi todas ellas relacionadas con la capacidad de las aulas y con cuestiones organizativas (mesas, percheros, autobuses para las salidas, zonas de juego, etc), todas ellas pueden ser rebatidas por las autoridades apelando a la creatividad y a la capacidad de resolución que siempre mostraron los maestros de infantil, pero lo que es incontestable es la pérdida de la calidad educativa y eso es lo que tenemos que hacerle ver a la sociedad. La regla es fácil de entender para cualquiera: a mayor número de alumnos/as menor atención a la autonomía, individualidad y singularidad de cada niño y niña. No tiene vuelta.

Ya veremos lo que sale de aquí .

4 Comments

  1. Hola, soy madre de una niña que comienza este curso en 4º de Infantil en el EEI de Milladoiro.
    Desde que me entere que mi hija tenía 25 compañeros más en clase, en un colegio de 325 niños de 3 a 6 años, mis preocupaciones cada día van en aumento.
    En el momento de seleccionar centro para mi hija dudamos sobre un montón de cosas: si escolarizarla con 3 años o no, sobre la enseñanza pública y/o privada, sobre el centro escolar donde matricularla, sobre la existencia de sistemas educativos alternativos, etc, etc, etc, vamos un «máster»!.
    Al final, metimos la solicitud 10 minutos antes de que se acabase el plazo de la preinscripción; a igualdad de puntos, la letra por la que comienza su apellido nos desfavorecía así que tuvimos pocas alternativas para escoger.
    Hace dos semanas que comenzamos con mucha ilusión esta etapa escolar hasta que nos enteramos, por otros padres, que han aumentado el número de alumnos en la clase de nuestra hija a 26! Pero como ha sucedido esto y porque? Ni idea!.
    Yo comparto vuestras opiniones y estoy angustiada con esta situación porque no sé cómo le puede afectar a mi hija en su etapa educativa en este centro.
    Pero….podemos hacer algo entre todos para evitarlo? Tenemos herramientas para poder hacer algo? Legislación sobre la que apoyarnos para poder protestar?
    Un saludo,

    1. Estimada madre, nos hacemos cargo de sus preocupaciones ya que nosotras lo vivimos día a día. Si los macrocentros como este son complejos la masificación a la que están sometidos hace más difícil todavía la vida en ellos. Los realmente desfavorecidos son los niños y niñas ya que no podrán disfrutar ni del espacio ni de la atención que les correspondería. Piensa la sociedad erróneamente que cuando los maestros protestamos lo hacemos en defensa de nuestra comodidad/bienestar, cuando en realidad es porque asistimos en directo a esa pérdida de derechos. No sabemos qué se puede hacer. La legislación ha sido modificada por lo cual amparándose en esa excepcionalidad que contempla, se pueden cometer este tipo de dislates.
      Lo realmente extraordinario es que las profesionales del centro siguen tratando de dispensarle a los niños/as una educación de calidad, pero esto no puede ser así, non puede ser que tan sólo nos preocupe a nosotras. Eso es lo que lamentamos.
      Un saludo

      1. Estoy totalmente de acuerdo, creo que somos los padres los que debemos de empezar a movilizarnos y apoyar al centro para que esto no siga sucediendo, pero estamos un poco perdidos porque nos ha pillado de sorpresa y no sabemos cómo responder.

        Confío en que el equipo de profesionales de este colegio se haga cargo de esta situación de la mejor forma posible, pero bien cierto es que debe de ser un tema a resolver por todos!

        Quizás sea verdad que en esta sociedad no le estamos dando la posición que se merece a la enseñanza…..pero creo que contáis con el apoyo de numerosos padres que aprecian vuestro trabajo y compromiso con la educación.

        Un saludo,

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