Cierre del año 2014: la fuerza del optimismo

Imagen de Jardines de México

Acercándonos al final del año, es casi un ritual hacer balance de lo acontecido en este período, y en pocas o en ninguna ocasión anterior pudiera ser tan negativo. Ya es imposible recordar las noticias malas con las que nos bombardearon los medios de comunicación. Pocos “mitos” nos quedan en pie. Ya no se sabe quién es bueno y quién un interesado, parece que nadie se mueve por el bien ajeno y de la sociedad. Da la impresión de que vivimos en un mundo de egoístas, ambiciosos, avariciosos, mentiroso, corruptos, desvergonzados, descarados e inmorales. Pero esto no es más que lo que nos quieren hacer ver. Puede ser que lo que nos vendieron como ídolos tienen todos los pies de barro, pero esto no es más que fruto de esa ilusión óptica y de la materia con la que la construyeron. Tal vez sigue habiendo gente buena, la misma que el pasado año y que el anterior y el anterior. Haberla, haila, pero esas buenas personas y sus buenas acciones nunca ocuparon ni ocupan espacio en los medios, ni en los periódicos, ni en las redes, ni en la radio, ni en la televisión, pero, con todo, existen; lo que pasa es que a nadie le interesa destacar el buen trabajo, las buenas acciones, la buena gente. Lo que vende es el mal, lo negativo, llenando de pesimismo el mundo, contaminando el presente, el futuro y también el pasado. Ahora que tantos protocolos se firman para luchar contra la contaminación y el feísmo, deberían establecer un tratado por el que se  se tipo de contaminación. Que resuelvan los delitos donde tienen que resolverse y que nos dejen tranquilos a los que nada tenemos que ver.

Parece mentira, pero la sensación de porquería, de suciedad no se queda sólo donde la hay sino que se extiende a todos los ámbitos, haciendo que todos nos miremos mal entre nosotros. Todo se convirtió en el plató de un reallity show. Ahora, ante cualquier actuación, incluso las casuales o las no intencionadas, ya le aplicamos el filtro detector de la presencia de bacterias de maldad.

Por ello, y con miras al nuevo año que en breve comenzaremos, pediríamos que mantengan la basura lejos. Que no nos contaminen con el pesimismo.

Hace pocos días, buscando entre mis libros, encontré uno de Luis Rojas Marcos que compré años atrás, titulado “La fuerza del optimismo”. Recordé que había dejado una página marcada en la que este psiquiatra, argumentaba el poder del optimismo. Contaba que la NASA, para la selección de sus astronautas empleaba como criterio la capacidad de optimismo.

«La NASA, que elige con exquisito cuidado a los candidatos a astronautas, aparte de valorar su preparación científica y experiencia aeronáutica, considera entre las características personales más deseables el talante optimista. Esta disposición positiva debe reflejarse en una abundante dosis de confianza en sí mismos y en la mentalización de que su suerte está en sus manos; en un espíritu emprendedor y una actitud audaz y al mismo tiempo serena ante los desconocidos retos e imponderables; en una buena disposición para convivir y trabajar en equipo; en la habilidad para resistir el aburrimiento, la soledad y la incertidumbre; y en la aptitud para compartir la duda y el miedo.»

En aquel momento me había parecido increíble que en algo que suponía de extremado control de la especialidad y competencia técnica, se tuviese en cuenta esa calidad tan humana y personal. Había pensado, además, que no sería un mal criterio para la selección de los y de las docentes, porque el optimismo –y el pesimismo- es contagioso, transmisible y educable. Y la verdad es que hay escuelas en las que abundan más los/las pesimistas que los optimistas, y nuestra infancia y juventud precisan conocimiento pero, también, y sobre todo, alegría y optimismo. Nos lamentamos de que los jóvenes de ahora son unos descreídos, cómo no lo van a ser si fuimos los adultos los que nos encargamos de enseñarles a mirar la maldad y el interés en lugar de destacar la bondad, la generosidad y el altruismo. En qué pueden creer ellos, si nuestra generación fue la encargada de “sacar todo a la luz”, desmitificando todo y mostrando la vida en crudo.

Nunca soporté el dicho de que un optimista es un pesimista mal informado; un pesimista es un cenizo, nada más y nada menos; un gafe que atrae aquello en lo que piensa. Se pode estar informado y, con todo, tratar de mantener una realista actitud vital de esperanza en las personas y en la sociedad. Por ello, como cierre del año, pedimos que en el 2015 podamos cambiar un poco nuestra mirada negativa y sanar nuestro optimismo, teniendo como objetivo la búsqueda de la alegría propia y ajena.

Buena entrada de año para todas y todos.

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